jueves, 3 de diciembre de 2009

Sin sentido


Haberse visto y verse aún, le permitió reconocer pero no reconocerse. Subido a la montaña no avisoró la cima y una vez que llegó cayó con fuerza sin encontrar profundidad que le impida seguir cayendo, hasta bucear dentro de sí mismo.


Exploró y separó odios de amores, pero siguió sin distinguir. Escuchó y se escuchó pidiendo y suplicando. Piedad y el Sin Piedad vinieron a visitarlo. Los recibió y les compartió parte de su carne, de su impotencia reinante.


Aquella mujer que conoció en la cima, una noche de verano...


De paso, saludó a Lucifer y preguntó por el clavado, le dijeron que ellos no practican nado; mas bien, sobrevuelan y se excitan por el dolor, con la miseria humana.


San Pedro y un puñado de híbridos ángeles negros tomaban y quemaban, y hasta se inyectaban sangre para ser algún día humanos. El aburrimiento es un mal y un bien que recorre todo el ancho y el largo del sentido, y también del sin-sentido.


Ante dicha panorámica, decidió solo por hoy no sacar más fotos, no retractar ni ser retractado.


Lavado y frío, le dijo basta al cebador y pudo ver aquel satélite reinante sobre la noche. En esa oportunidad vestido de amarillo, divino, parecía como pintado, o meado más precisamente. Sin embargo, ellas acechaban a su alrededor, y poco a poco lo cubrirían finalmente hasta comérselo por completo, en cuestión de segundos.


Mientras tanto, el tiempo se despedía continuamente.


En otro perfil del cuadro, él no se movía, más bien parecía seguir cayendo, incapaz, como siempre lo fue.

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