lunes, 15 de noviembre de 2010

yendo

Fui, y corrimos tanto que perdi el último rastro de mi. Los dejé al unísono en el que me abandonaron. Encapotado, la fría dureza no se moja ante la lluvia dominical.
La televisión enmudecida, es solo una imagen congelada del ayer. Las respuestas no accedieron a mis persistentes requisitorias, y para colmo, ella, la única, se enrareció y mutó para quebrarme.
Aspiro una nueva derrota, y no por ser tal, sino más bien por encontrarme incómodo en mis victorias incompletas.
Voy yendo, siempre dentro de mis fronteras, a ningún lugar. Voy buscando perdido lo que no encontré cuando me vi. Cuando pareciera que acaricio la claridad, me arrebato, y mi oscuridad me envuelve otra vez.
Ya no hay nada que concuerde, la distorsión disociada me pulveriza. Mis ruinas han levantado otro muerto idolatrado, y tu voz de silencio me aturde. Y tu ausencia de misterio me encierra de a poco dentro de mi cárcel.
Los nuevos horarios, las nuevas tendencias, y la máquina de seguir para adelante sin sensibilidad me consume consumiéndome.
Consumo, con sumo cuidado, no entiendo. Extremistas, se vuelven al todo para conseguir la nada, y yo, no logro romper mis ataduras.
El agua ha perdido sus particularidades, y parece ser que soy el único que advierte dicho flagelo humano. Qué bárbaro!, seguimos siendo las únicas víctimas de nuestros propios crímenes. Homicidas de asesinos, la regla se repite hasta el hartazgo.
El error no cambia en su concepto original, por eso sigue siendo error. La espera radica en vivir de la reacción ajena, sin dejar aflorar los propios impulsos.
No existe pausa que modifique tu dirección. Aciegada te volvés nula, y parasitás en mi olvido, te alejas, estas comenzando a desaparecer.
Las revistas me llaman a contemplarlas sin empatizar, y esos últimos libros dormitan en mi indecisión. Sigo yendo al repetidor, estancado, el lodo lo recubre todo, hasta el derrumbe, caída precipitada alrededor del corazón. Nos están acorralando, las alucinaciones van destripando este día tan poco inocuo.

martes, 9 de noviembre de 2010

cimbrón

El cimbrón se desató en el estadio deductivo de la noche, junto a los pormenores con los que nos desafía la vida. Y por aquellos periplos de los que nacimos náufragos, proseguimos enhebrando corrientes que hidratan el incondicional, de viejas y repetitivas secuencias absorbentes. Desfile de superados cadáveres que hacen a nuestro jardín de sombras de flores ausentes, sobre recipientes inconclusos, insensatos y hologramas de cuerpos despavoridos, al reconocerse como ruinas de un alma que viajó. La partida es exilio, fuga, la derrota es total.
Seguimos despiertos para no despertar nuestros sueños con el puñal impuesto que el amanecer consumista exhibe al interrumpir escenas inauditas de las que no tenemos recuerdo, ya que el inconsciente carcelario así lo dispuso. La fase negativa va quedando dividida de la imagen que proyecta una cámara apagada, foto anónima, y el ojo sabio no estará exento de dicho ensayo, aunque el siguiente, sabemos, será distinto.
Giramos, al igual que los celestes, y desconociendo nos reconocemos en el otro, en la palabra constituyente, pendiente de interpretación exacta. Puertas de rock que te tienden su mano libertaria.
La perfección aún no ha sido colonizada por el hombre, que en su avaricia y en la búsqueda, muta y se convierte en la presa perfecta.
Su geografía no conoce de historia. Pedazo de isla de cielo que te arrancaron para hacerte pecado. Y entre las nubes y los rayos de sol te deslizas semi-liviana hasta volcarte sobre el blanco lineal, desde el edén hasta el infierno sin tiempo.
Frágil, en delicados gemidos se entrega la belleza cuando acaricia lo más hondo de la pasión. Éxtasis. No respeta dueños y se sobresale de la madre naturaleza para hacerse irreal.
Fotograma de un corazón que late para servirte y parir amor del dolor, esclavo de tu bondad, prisionero adicto a tu paz que purifica su dolor y lo dispara como esperanza.
Las heridas se visten de cicatrices, de marcas tatuadas en el costado inaccesible de la memoria indescifrable. El imposible se pone de pie y corta el envío. Cansancio y excitación se disputan la integridad, renace la fragilidad, se consume otro desencanto.
Extrañable, su velo ha sabido subordinar las creencias que motorizan tu fuerza, y el combustible se ha vendido, es mártir de un próximo error.

instantáneo

Instantáneo duró solo un momento, para siempre. Un grito desde la obra, y una hoja seca que se cayó del libro. Cubos sobre una masa líquida y salada que me recorre con su calor y me alimenta otro día en el que vivo de mis últimos recuerdos del fin de semana. Placer sin nostalgia, porque aún palpitan en mí.
Instantáneo no es brusco, solo, y en ocasiones, se viste de bollito.
Miró sus nervaduras y sus huecos quemados por el tiempo. Sus terminaciones forzadas, y su añorable entereza. Dibujó sobre nuestros ojos un presente, sin pasado, instantáneo.
Apreciamos la aptitud natural, el don sin esfuerzo y no valoramos el esfuerzo en el trabajo. Instantáneamente el principio y el fin se regocijan con nuestra debilidad, y nuestro escudo se vuelve obsoleto. Indefensos ante el imprevisto, caminamos zombis, la vida nos sobra con su mirada, más arriba, el destino se ríe y se reconforta.
Aquella tarde se distanció un tanto. Los ruidos y los olores contaminaban a lo lejos. La luz débil se colaba por la ventana y tu ausencia me volvía a vos, manteniéndonos unidos.
Entreabierto, absorbía la supuesta realidad, mi entorno más cercano, el lugar que encerraba al tiempo para hacerle el amor, siendo yo el único testigo.
Paz serena, lucidez, apertura que siendo útil, comprende y vive. Lo más cercano a la felicidad, un momento y un lugar, a pesar de vos pero con vos.
La penumbra de los objetos no siempre nos retrotrae a la sombra de nuestros muertos. El ánimo iluminado es calor apacible, y la tarde una flor que se abre.
Ya seremos, por ahora somos, y sin dejar de ser lo que fuimos, seguimos siendo, a veces, instantáneos, al igual que nuestras propias ganas.