martes, 9 de noviembre de 2010

instantáneo

Instantáneo duró solo un momento, para siempre. Un grito desde la obra, y una hoja seca que se cayó del libro. Cubos sobre una masa líquida y salada que me recorre con su calor y me alimenta otro día en el que vivo de mis últimos recuerdos del fin de semana. Placer sin nostalgia, porque aún palpitan en mí.
Instantáneo no es brusco, solo, y en ocasiones, se viste de bollito.
Miró sus nervaduras y sus huecos quemados por el tiempo. Sus terminaciones forzadas, y su añorable entereza. Dibujó sobre nuestros ojos un presente, sin pasado, instantáneo.
Apreciamos la aptitud natural, el don sin esfuerzo y no valoramos el esfuerzo en el trabajo. Instantáneamente el principio y el fin se regocijan con nuestra debilidad, y nuestro escudo se vuelve obsoleto. Indefensos ante el imprevisto, caminamos zombis, la vida nos sobra con su mirada, más arriba, el destino se ríe y se reconforta.
Aquella tarde se distanció un tanto. Los ruidos y los olores contaminaban a lo lejos. La luz débil se colaba por la ventana y tu ausencia me volvía a vos, manteniéndonos unidos.
Entreabierto, absorbía la supuesta realidad, mi entorno más cercano, el lugar que encerraba al tiempo para hacerle el amor, siendo yo el único testigo.
Paz serena, lucidez, apertura que siendo útil, comprende y vive. Lo más cercano a la felicidad, un momento y un lugar, a pesar de vos pero con vos.
La penumbra de los objetos no siempre nos retrotrae a la sombra de nuestros muertos. El ánimo iluminado es calor apacible, y la tarde una flor que se abre.
Ya seremos, por ahora somos, y sin dejar de ser lo que fuimos, seguimos siendo, a veces, instantáneos, al igual que nuestras propias ganas.

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