lunes, 21 de diciembre de 2009

Ojo, divide tu ojo


9, 3, y 6, es siempre lo mismo. No soy de tu confianza. No sabés tampoco lo que querés. Estás cuando te conviene, y cuando me conviene no estás, ni sos lo que quiero tener. Fuiste esperada, buscada, y hasta castigada. Luego desaparecés, te enterrás para hundirme. Y lo volvés a hacer, solo por que te dejo, y no puedo oponerme. Hay más tinta esperando por nosotros. Son millones los adjetivos para calificarte. Ya casi es tarde, y se perdió otro partido de 24 horas. Se escurrió, se deshizo y no le pude caretear siquiera una gambeta.
No te han dado crédito, te han robado lo que habías robado, has estado trabajando y no has respondido. El ojo, divide tu ojo, y solo ves lo que querés mirar. Te entiendo, pero no lo comparto. Tu ojo ya lo ha dividido, y mi envido no da 33.
No me has visto, solo la nada, solo has curtido a tu egoísmo. Ese individualismo que has comprado junto con tus zapatos de punta y tus caretas carteras de cuero, para luego colgarlas de ese piercing fantasma que te rajó tu otro ojo de la cara. Solamente has vivido la proyección de un solo ojo. El otro es mío. Es solamente mío.
Han cerrado los cines, y los DVD no leen tu disco. Has quemado con láser, y lo has desintegrado todo. Ojo!, tu ojo divide a tu otro ojo! Ya son cuatro los tipitos que crees ver, y no has sabido proteger ni siquiera a uno de ellos.
He corrido por la punta hasta el banderín, sin llegar a tirar el centro! He subido la montaña, hasta dinamitarla, hasta debastarla. Y vos? No existís!!! Tu ojo ya no ve, y tu otro ojo lo ha dividido todo, hasta las comas.
Siempre pedís lo que nunca supiste dar, lo que siempre te pido, tus dos ojos, para saber ver, y vernos, poder proyectarnos en una sola dirección. Ojo, divide tu ojo!
Los parches ya no sirven, ni los piratas, ni las noches biscas. Tampoco cuenta la oscuridad, sabés que ella es muda y no sirve para testigo.
Han muerto, han dejado de ser necesarias. Me he librado, y respiro ahora mi propia muerte, la libertad, la soledad, el dolor, y el odio. Frasco venenoso que tomo sin parar, hasta chocarme con su fondo. Hasta fundirme y ser solo uno.

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