viernes, 4 de diciembre de 2009

Domingo


Cae, se posa nuevamente sobre los edificios para reflejarse en la ventana y acompañar el vuelo de los pájaros que van y vuelven a ningún lugar.


Luego, ya nada queda de esa postal, y la cancha vuelve a ser habitada para transformarse en un nuevo desafió.


Mi madre, es todo, es ella, es única, amo a mi madre y siento culpa por lastimarla de la manera que lo hago y que lo repito.


Se queda inmóvil, y contempla mi derrumbe, se auto flagela y termina siendo una víctima más de mis tiempos. Al igual que todas aquellas margaritas que me rodean.


Domingo que se va, solo, con un amigo de fierro, y con otro de hierro.


Armas y rosas entrelazadas en potentes melodías acompañan un recuerdo que se vuelve presente y finaliza dejando heridas sin cicatrizar.


Desinteresado, ve dar vueltas a un mundo lejano, desierto sin calma, bronca, mucha bronca.


Volveré a quemar la locura, a repetir, a vomitar mi enfermedad en pequeños coágulos de dolor.


Me llamarás para que te entre, lo harás y lo seguirás haciendo hasta que te parezca monótono y sin sentido. Soy el sin sentido, soy el sin sentido que busca, que no sabe que persigue. Corre, desenfrenado, alocado, y va perdiendo la traza del camino.


Remedio sin receta, veneno sin envase, materia invisible y sin forma.


Final que se marcha a un nuevo escenario, sin convencerse de estar en él.

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