Cae, se posa nuevamente sobre los edificios para reflejarse en la ventana y acompañar el vuelo de los pájaros que van y vuelven a ningún lugar.
Luego, ya nada queda de esa postal, y la cancha vuelve a ser habitada para transformarse en un nuevo desafió.
Mi madre, es todo, es ella, es única, amo a mi madre y siento culpa por lastimarla de la manera que lo hago y que lo repito.
Se queda inmóvil, y contempla mi derrumbe, se auto flagela y termina siendo una víctima más de mis tiempos. Al igual que todas aquellas margaritas que me rodean.
Domingo que se va, solo, con un amigo de fierro, y con otro de hierro.
Armas y rosas entrelazadas en potentes melodías acompañan un recuerdo que se vuelve presente y finaliza dejando heridas sin cicatrizar.
Desinteresado, ve dar vueltas a un mundo lejano, desierto sin calma, bronca, mucha bronca.
Volveré a quemar la locura, a repetir, a vomitar mi enfermedad en pequeños coágulos de dolor.
Me llamarás para que te entre, lo harás y lo seguirás haciendo hasta que te parezca monótono y sin sentido. Soy el sin sentido, soy el sin sentido que busca, que no sabe que persigue. Corre, desenfrenado, alocado, y va perdiendo la traza del camino.
Remedio sin receta, veneno sin envase, materia invisible y sin forma.
Final que se marcha a un nuevo escenario, sin convencerse de estar en él.
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