lunes, 28 de diciembre de 2009

Hacinado

Te colocaste allí, justo ahí, donde más dolés. Te apelotonaste, te hiciste bollito, y me reducí a la mínima expresión para dejarte lugar. Ahora toda una nada de distancia nos separa. Pero pensamos, o imaginamos creer estar cercanamente posibles... Qué ilusos!
Ésta tarde choqué las manos, volqué mi cabeza y volví a enterrar mis piernas. Mi espalda fue la autopista por donde encarrilé mi nariz hasta transitar por mi entrepierna, y fue allí donde desvanecí. Al abrir lo ojos, me encontré hacinado dentro de mi cuerpo.
Tocarte ya es imaginable, recordarte no tiene forma. No me dajáste huella, ni olor para salirme y viajar hasta vos.
Hemos sido mártires, esclavos y rehenes de nosotros mismos. Por separado, ya no entiendo que papel cumplo, o si estoy aún en los papeles. No vas a venir a buscarme, llueve, estás ocupada, y si no lo estuvieses, jamás lo harías. Reconozco desde el finito al infinito tu grandilocuente sinceridad.
Los parpadeos en rojo y los flashes de las cámaras, las luces de naranjos eléctricos y las otras, de las económicas, todo me hace sentir alado, pero sin ganas.
La ventana sigue allí, a tres pasos de distancia. Portal de dimensiones pequeñas, y sin llamas que bordeen su contono o haz de luz que emerga desde sus laterales, o en todo caso desde su vientre. Ya fui por mi guarnición. Ya estoy preparado para volver a estabilizarme.
Es un nuevo encierro, una atadura llena de sal, un sauna sin toallas que tapen y destapen. La ventana sigue allí, a tres pasos del monitor, a tres pasos de una próxima posible llamada, de entrada, de salida. Ante el desconcierto me inmobilizo, y la quietud me hace pensar nuevamente todo lo que perdí. Habrá tiempo mañana para hacer lo que no hice hoy, ayer, nunca?. La ventana seguirá depositada en esa pared a la que el sol visita todas las mañanas, y desde la que mis ojos han visto mojarte?.

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