martes, 15 de diciembre de 2009

Caramelo Apático

No has probado de tu caramelo apático? Reacio, indeferente, con gusto a desinterés oportuno. No tengo casi nada en la heladera, y esa nada ocupa todo el espacio de mis próximos días, hasta el hambre. Te veo, te pido y me da asco realmente tener que hacerlo. Por qué eres mi pasado encarnado? Tengo un viaje, y hay gente nueva con cara de falsa esperando por mi. También llevo personas y nombres repetidos en el equipaje. Cargo mi soledad, y lo peor es que me cargo a mi. Todavía me sostengo. El peso es muy alto. Desde cuándo? En qué episodio fue que perdi el control de mi propia novela. La indolencia se ha comido mis próximos escritos. La falta de vigor me impide erguir la cabeza. Postrado, solo atino a tratar de hacer contacto con la canción, pero es en vano. La música ha sido siempre un inalcanzable, más lejos aún que el fútbol, de contacto casi real.
Debo abastecerme, nadie y nada ya lo harán por mi. El no querer dibuja su propio límite, al igual que lo posee el querer. El límite es humano, desde que nacemos en ésta muerte hasta que se aburre de jugar.
Caramelo apático y desenvuelto, has sido chicle que no he podido tragar y yo tu dulce chupetín. Te has divertido y me has ganado. Te has llevado el sol feliz.
No alcanzaría con matarte. Te tendría que desterrar para hacerlo una y otra vez, lo que me genera una impotencia gangrenosa que me cubre con la caída de la luna.
Ya va mas allá de una indecisión, es un denominador común que me caracteriza y me define como irrepetible. Por qué vuelves a ser mi pasado encarnado? Sigues sin probarte? Yo no he sido el único asesino, lo hicimos los dos aquella noche de verano!!! Te acordás? Por qué no escondés el cadáver? Te dije que no cabe por completo en mi corazón! No sigas siendo la misma, la contaminación te afectará también. La tarde es gris para siempre; además, claro, de su propia apatía que genera un repulsivo y vomitivo asco.

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