lunes, 28 de diciembre de 2009

Pez de tres ojos

Fue por algún canal de expresión y de diálogo para sobrellevar las fiestas. Fechas profundas, si hay que las hay!.
Hizo un paréntesis aparte, como una especie de minuto de silencio para recordar toda la flora y la fauna marítima muerta durante estos últimos veinte años.
“Pescadores, pescados, empresarios y autoridades, se dirimen lo poco que queda de nuestra ría”, destacó.
Las profecías, recordó bien, indican solo un par de años más para la reconversión total de toda la raza humana.
“Mientras tanto, más acá, un tsunami de dichos y contradichos se devoran la poca cordura que nos queda”, apuntaló seguidamente en sus notas.
Instó a predisponerse y actuar ante la crisis, crisis hídrica, de valores, crisis como una de las últimas oportunidades para sobrevivir.
El pez de tres ojos habló desde la marea aquella tarde en la que fue avistado. Se expresó desde su fisonomía, sin palabras, y sin libreto ni discurso oportunista.
Ni los pesimistas, ni los más esperanzadores pudieron, ni tuvieron tiempo de reacción. La bahía fue perdiendo de a poco su forma, su identidad. Por el contrario, el pez de tres ojos se acrecentaba y se volvía de grandiosas dimeniones.
Relampageando, la tarde se volvió azul oscuro, y todos nosotros su presa más inmediata.
“Ahora que todo pasó y nadie quedó para narrarlo y hacerlo historia, me corresponde a mí recordarlo, para saber bien, a dónde debo ir. Las aguas han cubierto todo, y el frío amenaza con su blanco a lo largo del horizonte. Todo se mezcla, todo se mezcla para dar de nuevo”.

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