lunes, 28 de junio de 2010

La Estancia

La Estancia es mi aposento ordinario desde donde imaginariamente llamo y me comunico con todos los demás.
Es un malbec-merlot, una mansión, mi habitación de un lugar del que en breve perderé noción. Es desde allí que transmito ésta señal, y en el éter solo suena blues, un añejo blues que cada vez se pone más bueno.
La Estancia está en lo alto, unos cuantos metros sobre las casas y las naranjas que iluminan la noche. Una especie de altillo para enamorados de lo sado, de lo bi, de lo prohibido y de lo correctamente incorrecto.
Ellas siguen parpadeando, como todas las noches, y cuando dejen de hacerlo se estrellarán las estrellas sobre un mediocre partido de fútbol 5, salvo que los salve la red, o salvo que Baldassi se vaya antes que La Selección.
Tengo que retomar la ruta de algunos libros que dejé de pavimentar con mi lectura. Una vez fui a la biblioteca, con el pretexto de narrar audiovisualmente en un video minuto el recorrido del libro. Desde que salía de la oscuridad del sótano hasta que se encandilaba con la luz que irradiaban los ojos de un ansioso lector. Otro día dibujé un penal y metí un gol en un Carminatti casi lleno. Una vez fui cantante y dos veces padre. Una vez fui esposo y mil veces amante o amado.
Volvamos a La Estancia y no nos vayamos perdiendo, sino no medimos. Medir el contenido de en un shopp que se vuelve copa por unos instantes. ¿Cuántas veces nos emborrachamos queriendo y cuando lo estuvimos, nos sentimos presos de ese estado, y buscamos las rejas y no las encontramos?. Fuimos comunistas, capitalistas, ateos y hasta gritamos ser musulmán. Fui altruista y materialista, y dejé todo por no ser nada.
La Estancia se pintó de esperanza, la cocina de limón y el baño de un durazno Spinetta. La música la ponés vos con tu boca, con la figura de mi cuerpo reposando sobre tu cama.
Color rubí, y aroma elegante. Tiene un suave y aterciopelado sabor, que lo convierte en la compañía ideal de todo tipo de comidas, en éste caso de escrituras. Inspira. Realmente se trasnforma en una musa inspiradora. Aunque la etiqueta diga que hay que beberlo, preferentemente (se aclara) entre 16 y 18º, yo lo tomo con hielo.
La Estancia tuvo caballos y yeguas, una cuantas pocas que se desataron y salieron cabalgando por el mundo feliz, ese que Napoleón retractó en un disco.
Las yeguas son así, yeguas, y nosotros sus caballos salvajes. Algunos no entendemos de montura y preguntamos y aturdimos, otros tendrán el autoestima un tanto exagerado.
En La Estancia suelen pasearse cada tanto los brotes, esas maravillas que nacieron de un vientre que yo fecundé. Ese vientre que me parió en mil facetas y me destruyó en un millón de pedazos y al cual le debo, y me debe todavía, un trago amargo y bien largo.
Los artistas se esconden, los amigos desaparecen, y vos te creés muy machito hablándole al monitor, a través, de word, vía facebook, chat, twiter o poronga de red social sea. Tengo mis muletas, los libros llenos de tierra y el Larousse cerrado y a un costado del monitor. Me acabo de separar de mi cuerpo, y veo mi vida precipitarse nuevamente. Practico caída libre, soy un pájaro sin alas.
Pasé la barrera impuesta, esa que construí un día como final feliz y se desplomó contradictoriamente, sin recibir respuesta. Quedé suspendido, como casi siempre, y levité con manzana, con ananá como le gusta a Luca, o con los nuevos sabores de los que no recuerdo su nombre química y antinaturalmente.
No quiero volver, volver y volver, y volver, para repetirme y bomitarme. No deseo, y el no-deseo me puede, es todo un problema. Y vos, cómo estás a ésta altura? Te mareaste? Es fácil seguirme, no soy un tipo difícil como las yeguas y los caballos, aunque sigo preso en La Estancia, en mi habitación funcional.
No tengo petardos, ni líneas que me suban. Me quedé sin la moneda de cambio, y dejé de lado las alternativas viables, factibles del viernes.
La Estancia está llena de ratones, moscas, pérdidas, y vecinas ausentes. De vez en cuando hay agua caliente y está calefaccionada, llena de Caballeros que juegan a inventar La Cosa. Otras tantas está vacía, llena de vos, vos! MALDITA SEAS!.
Disparo, me gusta apretar el gatillo sobre mi cien, una y otra vez, hasta dar con materia gris, por más que no sea mi cabeza.
El sastre hizo un traje a mi medida, ese que está por hacer y lo posterga hasta vaya uno a saber...
Casi van dos, y todavía sigo vivo y conectado conmigo mismo. Extraño a Thiago. Pasó por debajo de la mitad hasta lo profundo de la noche, solitario desierto que atravesaré.
Sin necesidad de ser agente, La Estancia se difunde por los medios no tradicionales, y llega hasta mi, y te baña a vos. Te empapa de lo que quiero ser, un anónimo.
Anónimo que se camufla de mi, y se contamina, y vemos como todos se alejan espantados ante el espantapájaros. Ese pedazo de gangrena cancerígena que se multiplica y quiere viciar tu aura de polvo.

Día 1 (ausente)

Día 2 (27 de junio de 2010)

Pasamos octavos. Será que siempre llegamos a Alemania. La duda pasará por saber, si de ahora en más, ante las injusticias cometidas contra Inglaterra, en primer turno, y contra México en segundo término, se debe utilizar en los mundiales el famoso y tan cuestionado videorefe (o algo así)...
En el casi cotidiano intercambio, tuvimos una llegada o conexión especial. Me mostré cargoso y ella accesible, hasta confundir y obrar mal sin mala fe. Las preguntas brotan, florecen e invaden el jardín del fin de semana, uno más de ésta instancia que se prolonga como calvario a lo largo de los días, de estos últimos meses que se han teñido de gris, como una tormenta inmortal de la que no se visualiza la salida.
Nado en la duda, naufrago en un quizás, o tal vez, repito viejas experiencias con barcos perdidos, llenos de náufragos de otros viajes. La travesía deja nuevamente de ser aventura. La madera se sumerge y cae hasta la profundo. La abraza la oscuridad y el silencio la besa una y otra vez, y se la guarda, solo para él, en un lugar separado de éste mundo, a un costado de la razón. La desaparece, la desfigura, la corrompe y la tritura, hasta sacarle los recuerdos de que haya sido alguien para otro, o algo para alguien.
Lejos de La Estancia, se la puede oler, y la nostalgia entra por la nariz y sacude el cuerpo. Y los ojos se pierden en cada una de las palabras vacías, las llenan y las confunden, alternan las letras, encomillan frases que nunca parieron tu boca, acentúan atroces voces que nadie oyó, y ahí estoy yo, inmóvil, ante la inmensidad de otro suicidio.
Santa Silvia es selectas uvas, otro de color rojo rubí, un Malbec 08 de carácter y cuerpo aterciopelado, lo que según aseguran se conjuga con su mayor expresión aromática. Me lo sirvo frío, y no entre 16 y 20º como recomiendan.
Bebe habla y canta, de vez en cuando me gusta escucharla, me enamora, me suaviza el veneno que me recorre, y las ganas de apretarte tienen dos cauces, y la dicotomía se establece otra vez, y el sentir se atraviesa y son dos caras, son todas monedas de dos caras que caen sobre La Estancia Santa Silvia. Es domingo, inconfundible parásito que se alimenta y convive dentro de la semana, de una semana como todas las otras que están por venir y que corren al tiempo por intermedio de las fechas y los horarios. Las agendas deben ser así, condenas, multas múltiples que debemos imponenrnos para no perdernos en el vacío, y ser o tratar de jugar a ser, o terminar siendo alguien que hizo algo con su vida. Siempre, todo esto, dentro de una absoluta y pura mediocridad, por más que le impregne el más optimista de mis sentidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario