jueves, 6 de enero de 2011

Al mojado

Recorro los piletones de la Rivadavia. El agua se precipita a mi alrededor, y el año mojado se me hace hasta el momento toda una complicación, tras otra complicación, tras otra.
Los bonitos se aman y juegan a pelearse, a enredarse entre gotas de lluvia hasta reír. Al árbol, vestido de luces, lo rodean un par de caros obsequios que los magos supieron conseguir entre las últimas malezas.
Los favores se me hacen unidireccionales y no vuleven, no me recuerdan. Puede llegar a ser esta sensación parte de algún síndrome de abstinencia que me transita por algunos minutos en estos días. Tal vez, la caprichosa nostalgia no se tome vacaciones y me perturbe hasta cuando me refugio en algún tema de Wilco, en algún sueño despierto, o en algún recuerdo de un futuro que acaba de marchitarse entre tus lágrimas.
Al mojado le cuestra creerse y sentirse seco. Le sobraron pastillas de colores y otras golosinas, ya que nunca llegó a vender el suficiente número de entradas para poder exhibir la función.
Al mojado enojado, furioso, broncoso le cuesta cada vez más seguir levantándose para volver a caer, aunque te diga lo contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario