viernes, 1 de octubre de 2010

molestia

He comprobado que mi estupidez ya no se soporta. No es sólo un mal que me infecta, sino debe ser, de ahora en más, un peligro latente para todo ser con el que intente relacionarme. Se me hace divertido molestar, llamar, pedir socorro en esos segundos desesperados en donde no quepo en ningún vacío.
La Nueva Escocia se calza su pollera de jueves y salimos a cabalgar por ausencias. Debo estar divagando entre fantasmas, desaparecidos y bebés mutilados por la indiferencia, violados por la saturada información policial.
Rásquense amorfos, la profecía pronostica plagas como yo. Uyyyyyy!. Dan miedo las luces que transitan por las escaleras en horas de la tarde. He visto algo parecido a lo raro, y mis brotes no me dejan mentir.
Necesito un par de líneas, de curvas, de piernas y de minutos a solas. Necesito no necesitar de la necesidad esclavizante. Quietud, ¿en qué rincón de mi pasado te perdí que se me hace cuesta abajo recuperarte?.
En tu pasividad me desato como furia, es allí en donde estallo y me deshago, hasta perderme en un recuerdo no vivido por nadie. Sigo siendo una molestia para mi mismo, y no logro compartirme. Se han vacunado, los han anestesiado ante la necesidad.
No he recibido contestación. En realidad, me retransmito para no creerme completamente desquiciado, un tanto loco, y apartado del análisis.
Soy una molestia, hasta de quien escucho, por más que desconozca de mi luz frente a su sonido.
Mucho, tal vez en solo “un poco” se disuelva ésta incógnita. No tengo, ya no me tengo, ¿qué querés que haga?, se hace divertido, inútil, estúpido y degradante. La humildad se fuma en Viceroy. Prefiero tabaco, estos puchos se deshacen, HORRIBLES!.

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