jueves, 12 de agosto de 2010

Harto

De mi y de los demás, menos de la SOLEDAD.
Algunos dirán que a veces le tenemos miedo a la soledad porque estando con ella, solemos hablarnos de lo que, por comodísimos, nos evadimos en nuestra vida. Otros, en cambio, afirmarán que "antes de amargarme con terceros, prefiero disfrutar la compañía de la soledad".
Fría, muda, casi invisible pero muy espesa, "la soledad es la única que nos entiende y nunca jamás cuestionará todo aquello que pensemos". Es también nuestra única aliada cuando le proclamamos la guerra al mundo.
Las soledad es un buen lugar para encontrarse, pero uno muy malo para quedarse. Tiene cara de persona y cuerpo de lugar.
"La soledad solo es aconsejable para balances espirituales y para filtrar lo que nos sobra", como si fuese una contadora de nuestras vidas.
Bien pensado está, decir que la soledad no es el silencio, sino el reencuentro consigo mismo. Ese reencuentro que nos lleva hasta las profundidades de nuestro principio, de nuestro comienzo como sujeto. Es una cuenta regresiva, desde la recta final hasta la línea de partida.
"La soledad es estar rodeado de gente y sentirse sólo", puede ser ésta afirmación la que se aproxime más a la significación que le designo a la soledad, soledad como hartazgo hasta de mi mismo.

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