sábado, 11 de junio de 2011

desde el recreo

Y de repente estaba allí. Josito estaba inmerso en el juego, en la apuesta, y la inocencia florecía, brotaba naturalmente, como se suceden el sol y la luna. Sus ojos se posaban como mariposas en la bolita, su cuerpo se estacionaba alrededor de un hoyito mientras esperaba ansioso su turno. El reloj detenido, y desde la sombra de un pulso casi inexistente, se frotaba las manos esperando su tiro. Los demás oponentes, El Fachia, Toti, y Peluca, secundaban la escena mientras Fredy chocaba con su uña una bolita lechera hasta dejarla vaya a saber en que lugar inesperado del cantero de una Sophora Japónica (Acacia del Japón).A su turno, Josito golpeaba, y no solo su bolita, sino también arremetia con El Fachia, con Toti, con Peluca, y hasta con el mismísimo Fredy (una pesadilla recreística que padecían, amigos, compañeros, enemigos, nenes, docentes, y hasta la mismísima directora del establecimiento). Josito seguía golpeando, y golpeó sin que le peguen, con sus palabras delatoras, con sus gestos grandilocuentes, con sus estridentes gritos, agredía de varias maneras, menos con sus puños. La actuación de Josito buscaría desconsoladamente y durante mucho tiempo la atención de los Otros. Navegaría entre corazones y almas perdidas, bajo cielos estrellados y detrás de soles tormentosos. Bucearía más tarde entre los límites de la consciencia y jugaría al filo entre lo aceptado y lo prohibido. Aquel hoyito tomaría dimensiones exageradas, irreversibles por momentos. El vacío, la falta, la insatisfacción de no aceptar ser lo que en verdad Josito quería y era, fue un vicio que lo llevó a perder prácticamente todo. Con los años, la inocencia dejó la niñez, y se recibió de una extraña y no correspondida filantropía. Este enfermizo altruismo, elucubró pérdidas incalculables, ya no eran bolitas dentro de un cantero escolar, eran personas, amores, sentimientos, pasiones, oportunas posibilidades de superación y hasta insensibles objetos materiales. Un día, la paz tomó cuerpo de mujer. Una noche, la fantasía reparó en realidad hablada, dialogada, compartida, sentida y desde ese momento Josito entendió el verdadero amor. Fiel a sus teorías, construyó, edificó, planificó y hasta proyectó la vida sobre una ilusión. Volvió a apostar, ésta vez por un Nosotros, y jugó de verdad a la verdad, por la verdad en sí, por lo movilizante y atrapante, por la belleza y la pureza de la sensibilidad que irradiaba aquella alma, por un corazón desnudo, que lo guió y le supo transmitir el verdadero sentido. En su afán, Josito consultó a Cronos una y otra vez, ya sin tanta ansiedad ni vehemencia. La resignación erosiona sin llegar a carcomer. La espera, se colocó dentro del proceso madurativo de Josito, por un nuevo tuno, si es que queda un próximo… (Continuará)

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